martes, 5 de junio de 2007

El desmadre de la razón, o cuidado con los planes

Este fragmento pertenece a un paper de Pedro Gandolfo, Contra la educación, publicado en la Revista Estudios Públicos, N° 93, del año 2004. Me interesa ponerlo en este sitio porque creo que gran parte de lo que dice, respecto de los planes ambiciosos y desmadrados que existen en educación, se puede repetir con la suma de bientencionadas torpezas en la normativa técnica de los modelos de intervención con adolescentes infractores.
De la lectura de algunas orientaciones técnicas y documentos similares parece que se quiere obtener como resultado de la intervención un joven mezcla de Bill Gates con el padre Hurtado con Arturo Prat con Iván Zamorano, etc.


"El desmadre de la razón.

Este plan en el que la educación se estructura, en cuanto implica el destino de personas y por su impacto en las formas de vida social y la inmensa envergadura y costos que envuelve, es casi la responsabilidad mayor que pueden asumir conscientemente los padres y la sociedad respecto a las generaciones futuras. Ello supone acuerdos básicos al menos acerca de: a) El beneficio de educar, b) El contenido de la educación y los objetivos de la educación, c) El cómo educar, d) el quién educa y e) en las posibilidades y límites de la educación. La educación constituye, pues, una gran apuesta, una apuesta a largo plazo y el objeto de la apuesta son vidas.

La educación es una enorme y sistemática intervención que los padres y/o el Estado hacen en las vidas de sus hijos. Nunca debería perderse de vista el componente azaroso de ese intento, la entropía del proceso, sus efectos no deseados. Sin embargo, me parece que, en sus versiones modernas, es el resultado de lo que, en la terminología de Von Hayek, podríamos llamar “la razón constructivista” desplegándose en toda su extensión. Sin ser un irracionalista, los proyectos educacionales pecan de una “fatal arrogancia”, como diría el pensador vienés, y todas las críticas que él dirige contra los excesos de ese género de razón les son también aplicables. A falta de los acuerdos que una tradición unitaria proporcionaba, el “plan educacional” lejos de limitarse se expande, atiborra y congestiona. Pero, si un plan quinquenal para producir un determinado tipo y número de zapatos o alicates fracasa, ¿por qué confiar en que un proyecto educacional que pretende lograr un cierto tipo de personas, o personas con ciertas habilidades, contenidos y valores prefijados, va a tener éxito?

Por ejemplo, un especialista en una publicación reciente propone “como esencia y producto del proceso educativo conjugar los siguientes rasgos en el educando: un sujeto capaz de insertarse oportunamente en la globalización económica y en los intensos procesos de cambio productivo, capaz de dialogar oportunamente en los espacios decisorios y capaz de ejercer sus derechos políticos en una democracia participativa. Capacidad para insertarse con mejores ingresos en el mundo laboral, capacidad de gestión y organización, capacidad para discernir información estratégica, capacidad para comunicar en espacios públicos, capacidad para aplicar conocimiento básico con fines productivos: todas estas son destrezas o códigos que la educación debe estar hoy en condiciones de infundir. En la misma dirección (...), una educación que prefigura las funciones del futuro deberá generar capacidad de abstracción, desarrollo de un pensamiento sistémico, complejo e interrelacionado, capacidad de experimentación y de colaboración, trabajo de equipo e interacción con los pares. En suma, una educación fluida e interactiva que configura una mente escéptica, curiosa y creativa”. Y más adelante, como si no fuera poco, añade: “la educación debe propender a superar la negación del otro y a expandir la multiculturalidad, etc.”.

Es decir, de acuerdo a este proyecto el producto final aspira a ser como una mezcla de Bill Gates, Alexis de Tocqueville, Mario Vargas Llosa, Montaigne, Rigoberta Manchú, Susan Sontang y Werner Heisenberg."

El artículo completo está en
www.cepchile.cl

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